El sacrificio del ballet

Una vez mi profesor me dijo que el ballet es la perfección hecha arte, y llevaba razón, pero se le olvidó mencionar que también es el sacrificio hecho arte. Y es que, con 25 años, me doy cuenta que he tenido que sacrificar muchas cosas para llegar dónde estoy. No me arrepiento, pero siempre pienso que si un futbolista o un cantante habrá tenido que hacer tantos, para llegar al sitio donde está. Y claro, lo que gana uno de ellos, y el reconocimiento social que tienen, no se puede comparar con el de mi profesión.

Lo primero es que mi cuerpo ha sufrido mucho. Las lesiones más habituales en esta práctica son los daños por sobrecarga, los esguinces, (cinco he llegado a tener de gravedad), las contracturas musculares o las fracturas que pueden llegar a acabar con la carrera del bailarín. Aunque, más que una lesión concreta lo que puede obligar a la retirada del bailarín es que las condiciones biomédicas no sean las más correctas y esto vaya provocando una acumulación de lesiones que llegue a un punto insostenible. Afortunadamente no es mi caso, pero conozco a varias compañeras que sí.

Lo segundo es la cabeza. El ballet es una actividad donde cómo no te funcione el coco, estás perdida. Entre los trastornos más comunes de alimentación están los de la alimentación como la anorexia o la bulimia, las alteraciones de animación corporal y los problemas de ansiedad, principalmente aquellos asociados a la puesta en escena. Para evitar caer en esto es necesario la psicoinformación ya que solamente educando en lo que es el trastorno se podrá mejorar el autoestima y no caer en la trampa de la obsesión. La prevención ayuda al bailarín a ser realistas con lo que hace, a ser consciente de lo que pueden llegar a conseguir y a no caer en la frustración, el enfado y el miedo. No es de extrañar que en mi academia tuviéramos a presencia de un servicio psicológico tanto para prevenir este tipo de problemas como para mejorar nuestro rendimiento.

El sufrimiento de los padres

Cuando entramos en el conservatorio tenemos ocho años y dependemos de nuestros padres, a medida que van pasando los años hay muchos que no aguantan que sus hijos estén sometidos a tal exigencia por lo que se asustan y deciden retirar a sus hijos, con lo que se puede demostrar la dureza de este arte.

Y aunque para practicar ballet hay que tener muchos sacrificios, sobre todo en el ocio y en la alimentación, yo tengo una debilidad ante la cual siempre caigo. Se trata de los yogures helados de la marca Smooy, no sé si los habrás tomado, pero están riquísimos. Afortunadamente apenas engordan y eso me sirve para mantenerme en línea y poder seguir con mis zapatillas puestas. Por cierto, otro aspecto a tener muy en cuenta, la elección del calzado.

En definitiva, se trata de una profesión dura, pero que se puede ejercer hasta los 40 años si se llevan a cabo todos estos consejos, aunque para ello te tiene que funcionar muy bien la cabeza y el cuerpo.
Para ello termino con una frase que dijo el genial bailarín Víctor Ullarte: “La experiencia no se reemplaza con nada porque, cuando un bailarín es maduro, tiene mucho que decir, mucho que expresar, que sentir y la experiencia es fundamental en la danza».

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