De pequeña, mi esposa practicó ballet durante muchos años hasta que por culpa de varios y seguidos esguinces de los ligamentos lateral y medial del tobillo que se volvieron crónicos tuvo que dejarlo. Pero, siempre le quedó esa cosita, esa nostalgia de no haber podido continuar con lo que era su pasión… De hecho, ella nunca ha dejado de bailar aunque ya no fuera de manera profesional y, por otra parte, mi esposa se dedica a la música. Música y danza van en cierto modo ligadas, ¿no? Dicho esto, y como en septiembre de este año 2017 celebrábamos nuestros 20 años de casados (Bodas de Porcelana), decidí hacerle un regalo que jamás olvidaría: cogí una entrada para ir a ver el mítico y famosísimo Ballet de Moscú en Barcelona, ya que allí era donde este grupo iba a interpretar la versión original de El Lago de los Cisnes, de Tchaikovsky, una obra maestra del compositor ruso conocida a nivel mundial y que cuenta la historia de amor imposible en cuatro actos del príncipe Siegfried y de Odette.
Por otra parte, para que la sorpresa fuera más bonita todavía aproveché para reservar a la vez un fin de semana en el Mercer Barcelona, un hotel encantador de lujo ubicado en el corazón del barrio Gótico de la ciudad condal y situado a muy escasos metros de los lugares emblemáticos y turísticos de la capital como lo son: la catedral, las ramblas, el Mercado de la Boquería, El Born, el Museo Picasso o el Palau de la Música. Para quienes buscan un lugar exclusivo y vivir una experiencia singular, éste es sin la menor duda el lugar idóneo. Pues, no sólo el edificio es espectacular ya que el hotel ocupa una serie de edificios que son de un valor arquitectónico inconmensurable puesto que están construidos sobre una parte de la muralla romana de la antigua Barcino, sino que alberga también en su seno unos arcos medievales y frescos originales del siglo XII que son preciosos y que se han conservado muy bien a pesar del paso del tiempo. Con ello, el trato y servicios que ofrecen en este gran hotel son sumamente agradables y de altísima calidad, lo que hizo que nuestra estancia se volviera de ensueño. Personalmente, ese fin de semana me sentí el hombre más afortunado y feliz del mundo al tener a mi lado esos días –y desde más de 20 años– al cisne más bonito y querido de la creación: ¡mi esposa!
El ballet: una actividad sana pero muy exigente a la vez
Cuando conocí al gran amor de mi vida, Lorena, que se convertiría más tarde en mi esposa, ella asistía a clases de ballet en el mismo centro en el que yo aprendía a tocar la flauta travesera. Lo nuestro fue un flechazo a primera vista. Fue ella quien me hizo descubrir el ballet y quien consiguió que poco a poco me fuera gustando. De hecho, nuestras dos hijas hacen ballet. Todo el mundo sabe que se trata de una actividad sana pero muy exigente a la vez. Además, por regla general, el ballet mejora la salud, la flexibilidad y la destreza corporal de los bailarines y bailarinas. El problema puede surgir, no obstante, cuando una mala maestra o un mal maestro apresura sus estudiantes para que éstos aprendan los movimientos, lo que puede ocasionar problemas graves y lastimarlos.
Ello es exactamente lo que le pasó a mi esposa. En fin, todo ello forma parte del pasado y la verdad es que ella consiguió seguir con su vida viviendo de otra de sus pasiones: la música (es profesora de piano). En cuanto a nuestro fin de semana en la ciudad condal en el emblemático y fabuloso Hotel Mercer Barcelona, debo especificar que fue de lo más bonito y que a mi querida esposa le encantó. Por otra parte, ¡no creo que haga falta añadir que la emoción y la alegría que la sumergieron cuando le tendí las entradas para asistir al mítico Lago de los Cisnes, de Tchaikovsky, interpretado y bailado por el Ballet de Moscú, fueron increíbles! ¡Sus bonitos ojos echaban chispas! Ni a ella ni a mí se nos olvidará jamás nuestro vigésimo aniversario de boda…