Llevo más de 20 años encima de los escenarios, a veces representando obras de teatro (casi siempre) y otras veces bailando o cantando (las menos) y en todas y cada una de esas represetaciones me quedo con lo mismo: el recuerdo. La realidad es que quienes, como yo, no vivimos del mundo del espectáculo, sino de nuestro trabajo totalmente anónimo, y tenemos como hobbie pisar los escenarios del país es grupos de teatro amateur o similares tenemos una ventaja y una gran desventaja con respecto a quienes viven del mundo del espectáculo.
La desventaja es que solo podemos ensañar a horas intempestivas, pues el resto del tiempo debemos decidarlo a nuestro verdadero trabajo, a ese con el que nos ganamos la vida. La ventaja es que cuando representamos algo lo sentimos nuestro y el recuerdo que nos queda en cada una de esas representaciones es siempre maravilloso.
Personalmente he pasado por muchas cosas. He olvidado el texto en medio de la representación provocando en mis compañeros el asombro al inventarme un texto nuevo apra salir del paso, algo que podría haberme costado muy cado (metafóricamente hablando) y, sin embargo, lo que me costó fue un premio como mejor actriz de reparto en el festival de teatro clásico de Dénia. Una bonita anécdota para contar ¿verdad? Pero tengo muchas más: me he caído en escena, se me ha desmontado un decorado en escena, he visto como caída un foco en mitad de una escena (con el peligro que eso conlleva y dando gracias a que no pasó nada), y he visto como un maleducado personaje del público decidió interrumpir a los actores para hacer sus propias gracias porque estaba algo borrachín. Eso, entre otras muchas cosas y ¿sabéis qué? Me quedo con todas y cada una de ellas porque son especial,es son mis experiencias, mis vivencias, las que me hacen sentirme especial encima de esos escenarios.
Este año, uno de nuestros directores de teatro más queridos, Andrés Bonache, se jubila tras una larga carrera como profesor de literatura, dramaturgo y director de teatro en varios grupos profesionales, amateurs y universidades así que, además de agradecerle todo lo que ha hecho por nosotros, el grupo de teatro actual quería tenerun detalle especial con él y ¿qué podría ser mejor que algo que le recordara, cada día, nuestra andadura? Pues bien, como me parece el mejor regalos del mundo para una persona que deja los escenarios, he querido compartir con todo vosotros nuestra idea.
Nuestro regalos consta de dos partes. La primera es un book enorme, y cuando digo enorme tendríais que ver el tamaños del albúm, con los cartéles de todas las obras que ha dirigido y fotografías de las mismas, así como de los premios que ha recibido como director o el montaje en sí. El segundo regalo es una esclava personalizada que gracias a Joyería Lorena hemos podido hacerle en el último momento. Por delante solo pone una palabra “Teatro” y por detras, donde se suele poner una fecha, pone “para siempre”, porque por mucho quese jubile todos sabemos que será incapaz de no seguir vinculado, de alguna manera, al teatro y al mundo de los escenarios.
Y es que este mundillo solo quien lo vive puede entender que es un mundo para recordar. Luego, por mucho que quieras, no vuelves a ver esas obras de teatro grabadas en vídeo casero, y a veces ni siquiera vuelves a quedar con tus compañeros de teatro, esos con los que te pasabas horas riendo y riendo entre viaje y viaje, pero eso no importa porque lo que siguen quedando son los recuerdos. Esos no se borran nunca, esos permanecen hasta el final (casi siempre, no es necesario que siga en qué casos no, ¿verdad?).
El actor, actriz o director de teatro amateur no se hace rico nunca, ni siquiera suele tener grandes casas o coches, y tampoco puede darse grandes lujos viajando por medio mundo (a no ser que sea pra representar una obra y haya sido invitado), pero es rico en historias, en experiencias, en risas, en creatividad y en buen humor, eso te lo aseguro.
Quizas alguien piense que de qué sirve todo eso, las experiencias, las historias… al final son cosas inmateriales que no puedes regalar y con las que no pagas facturas ¿verdad? Pero eso solo lo piensa quien no lo ha vivido, el que sí lo ha hecho sabe que el tiempo invertido, las horas de trabajo, los días festivos usados como días de ensayos y los disgustos que te llevas cuando hace falta algo más de presupuesto para acabar el montaje tienen su recompensa cuando suena el aplauso del público.