Sueños Rotos

Pensad en alguien que dedica diez años de su vida al estudio de una disciplina y luego complementa esos conocimientos con cursos en el extranjero, seminarios y congresos, probablemente pensaríais que estamos hablando de una persona muy bien formada con gran cualificación profesional ¿verdad? Pero… ¿cambiaría vuestra percepción si os dijera que esa persona estudió danza?

Hay niñas y niños que entran en conservatorios de danza clásica o contemporánea con apenas 8 o 10 años y compaginan estos estudios con los de la etapa primaria, secundaria y bachiller. Cuando llegan a la edad universitaria deciden especializarse y, tras convertirse en un portento en danza, viajan a países como Croacia o Rusia para recibir formación de mano de los mejores del mundo.

En ocasiones, esas jóvenes promesas trabajan durante algunos años en diferentes compañías de danza, unas pocas se profesionalizan y la gran mayoría vuelve a casa con una mano delante y la otra detrás.

Podemos decirle a todos los niños y niñas que no abandonen sus sueños, que lo intenten, pero también debemos ser conscientes de que solo un pequeño porcentaje de ellos logrará cumplirlos. Por eso, al resto hay que darle una salida que, en España, suele ser la docencia.

La docencia, una salida muy tomada

Puede que algunos decidan opositar y que de esos, un número pequeño, consiga una plaza y acabe como funcionario del Estado, lo cual es maravilloso, y otro pequeño grupo intentará entrar en centros de enseñanza privada, academias artísticas y demás. Unos lo conseguirán y otros no. Y por último, habrá otro pequeño número de profesionales de la danza que optarán por levantar su propia escuela y, de ellos, también triunfarán unos y fracasarán otros. Al final, como en casi cualquier sector, sólo unos pocos conseguirán vivir de su sueño, de una forma u otra, y el resto tendrá que buscarse la vida de algún otro modo y vivir su afición como un hobby.

Ese fue el caso de Sandra, una joven que tras bailar en las compañías de danza más importantes a nivel internacional, volvió a casa sabiendo que se acababa esa etapa y debía iniciar una nueva andadura. “No fue fácil”, nos cuenta ahora la mujer en la que se ha convertido, “porque nuestro país pone muchas trabas a los emprendedores. Hay que pagar muchas tasas e impuestos cuando aún no has ganado ni un euro y la cuesta se hace muy empinada”. Pero esta mujer, que actualmente vive de esa academia que le costó tanto levantar, cumplió su sueño y bailo en los mejores teatros de Europa, y ahora, a los 39 años, enseña danza a niñas y niños que, como ella, tienen un sueño.

“Recuerdo que me gasté casi todo el presupuesto que tenía en el local, en comprarlo y reformarlo, porque quería dar muy buena imagen y que estuviera en un sitio céntrico para que todo el mundo pudiera verlo, y luego, cuando tuve que amueblarlo, no me quedaba casi nada. Pedí un préstamo al banco y amueblé la recepción con productos de esta web donde comprar muebles de oficina online. Lo hice así porque tenía que moverme rápido y en un solo día elegí lo que quería y lo encargué”.

Sandra tardó casi dos años en empezar a ver beneficios y nos advierte de que fue una persona con suerte porque “hay muchas personas que los primeros años no consiguen ganar lo suficiente ni para cubrir gastos”.

Ahora, seis años después, su escuela de danza es conocida a nivel nacional por los profesionales del sector por nutrir a diferentes conservatorios de jóvenes promesas con gran talento pero nos confiesa que “los inicios fueron tan duros que, si tuviera que volver a empezar, puede que me lo planteara dos veces”.

No creo que debamos romper los sueños de los niños, al contrario, debemos animarlos a seguir adelante pero sin hacerles creer que son los mejores o que van a conseguir todo lo que se propongan. Mantengámosles los pies en el suelo, y más aún en un mundo tan complicado como el artístico. Démosles apoyo pero hagámosles entender que no se acaba el mundo si luego hemos de optar por otra profesión que no era la que teníamos pensada desde el principio porque así estaremos apoyando su vida entera, pase lo que pase, y no solo un sueño que, en algunos casos, es irrealizable.

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