El mensajero que pasa por mi pueblo para entregarme montones y montones de paquetes de Inoxbcn, una tienda online donde compro mis herramientas de taller para hacer reparaciones en mis vehículos en el garaje de casa, se sorprendió el otro día cuando le dije que me guardase los pedidos de la semana siguiente, ya que quería ir a Madrid a ver una exposición de Caillebote. Es curioso cómo funcionan los estereotipos. El pobre no veía nada compatible el ser un manitas con estar interesado por la pintura. Pero lo cierto es que esta afición me viene ya de lejos, cuando visité en Viena el cuadro El beso, el más famoso de Gustav Klimt. Fue casi por casualidad, porque lo que me hacía ilusión era conocer el Palacio Belvedere, donde se alojaba, pero allí estaba y me sorprendió por su luz. Desde entonces me empecé a interesar por la pintura, y este verano en Madrid hay una exposición de Caillebotte en el Thyssen-Bornemisza que no me puedo perder.
Gustave Caillebotte es una de las figuras menos conocidas y a la vez más originales del movimiento impresionista, por lo que es muy complicado verlo en España. En esta ocasión se trata de una colaboración entre este museo madrileño y el Musée des impressionnismes Giverny bajo el título de Caillebotte, pintor y jardinero. La exposición muestra la evolución temática y estilística del pintor francés, desde sus inicios en el París moderno de Haussman hasta su pintura de jardines, que ocupa una parte muy importante de su producción artística.
En la exposición se pueden ver un total de 64 obras procedentes de colecciones privadas y museos internacionales como el Marmottan Monet de París, el Brooklyn Museum de Nueva York y la National Gallery of Art de Washington, divididas en cuatro etapas vitales: El París de Haussmann, un universo mineral; Vacaciones en Yerres; El Sena y los viajes a Normandía; y El jardín de Petit Gennevilliers.
Durante mucho tiempo, Callebotte fue reconocido fundamentalmente por su papel de mecenas e impulsor del movimiento impresionista. Organizó exposiciones y coleccionó un gran número de obras de artistas como Pisarro, Degas, Renoir, Sisley, Cézanne y Monet, que legaría al Estado francés tras su muerte en 1894. Desde hace unas décadas a este reconocimiento se le sumó la importancia de su labor creativa, siendo considerado actualmente como uno de los miembros más destacados del grupo impresionista.
Un artista de vida acomodada
Caillebotte nació en París en 1848 y en el seno de una familia acomodada que le permitió recibir una educación privilegiada. Ya elaboraba algunos estudios artísticos cuando en 1872 comenzó a frecuentar el taller de Leon Bonnat. Ese mismo año hizo el preceptivo viaje a Italia y en 1873 superó la prueba de acceso a la École des Beaux Arts.
A pesar de recibir una formación fundamentada en los valores académicos de corte tradicional, el pintor mostró un interés mayor por aquello que rompía los moldes de lo establecido. Y en 1875, después de que el jurado rechazase el primer lienzo que presentaba de manera oficial, Los acuchilladores, Caillebotte se unió al bando de los pintores independientes. Una año después volvería a mostrar esta obra junto a cinco cuadros de temática urbana en la segunda exposición impresionista. A partir de ese momento, el artista dio un paso más en el impulso del movimiento a través de la compra y colección de obras de sus compañeros.
Entre los años 1852 y 1870 París vivió una importante remodelación urbanística de la mano de Napoleón III y el barón Haussmann, que contribuyó a la creación de una nueva ciudad más limpia, abierta y accesible, y que la convirtió en la capital europea de la modernidad. Caillebotte vivió en uno de esos nuevos barrios, experimentando de cerca esta transformación y plasmándola en su pintura, dejando de lado los característicos temas modernos para dirigir su mirada a los verdaderos protagonistas de la nueva ciudad, sus habitaciones, a quienes observa y describe a la perfección.
Pero además, durante años Caillebotte pasó sus veranos en la residencia de familiar en Yerres, una casa de estilo neoclásico rodeada de un extenso jardín de tipo inglés que representaría en múltiples ocasiones. Aquí es donde descubrió la pintura al aire libre y experimentó el poder de la naturaleza, la intensidad de sus colores y aromas, e inició una profunda dedicación a la pintura de jardines que se puede ver en esta exposición.
Tras la venta de esta finca, Caillebote adquirió una propiedad en Petit Gennevilliers donde siguió cultivando la pintura de jardines y donde las vistas urbanas de París van dado paso a los paisajes de Argenteuil, Colombes y Gennevilliers, que acercan a Caillebotte a la técnica impresionista. Asimismo, en verano viajaba a Normandía, donde el mar y los nuevos paisajes le inspiraron para crear pinturas con una pincelada más suelta y una técnica más libre totalmente impresionista.
Durante sus últimos años, se dedicó a pintar aquello que más le cautivaba: las flores, el jardín y la navegación.